Sobrecualificación
El número de universitarios en España se multiplicó entre los sesenta y los noventa. Y, a pesar de que el acceso a la educación no ha cambiado, sí lo ha hecho la movilidad social. “El ascensor de bajada no funciona y el de subida se ha parado un poco, porque España es un país con menos empleos de alta cualificación, y si no se crean empleos de alta cualificación en cantidad ingente, es un juego de suma cero desde una perspectiva intergeneracional”, explica el sociólogo Carlos Gil Hernández en su investigación como sociólogo: la de intentar sacar a la luz los mecanismos invisibles de la sociedad. El ECSR (European Consortium for Sociological Research) acaba de premiar su tesis doctoral como la mejor del año: su título, ‘Cracking Meritocracy from the Starting Gate: Social Inequality in Skill Formation and School Choice’.
Gil añade, “Si los hijos de los que están arriban no bajan y no se crean puestos arriba, los que están abajo tendrán complicado subir. Los puestos de las élites son limitados y, si no bajan ni aunque tengan una habilidad y un mérito bajo, la movilidad social no funciona. Es el melón que hay que abrir”.
Entonces ¿Qué les queda a los que no pueden subir socialmente y están ya capacitados?
Luchar por un puesto que no existe, es decir, inventárselo, mediante el emprendimiento personal. O eso, o ceder y acceder a un puesto socialmente más bajo, con menos oportunidades de ascenso y menos salario.
La sobrecualificación en sociedades de acceso educativo universal ha venido para quedarse. Es necesario ver en ello una oportunidad y no una debilidad en el sistema.