El futuro del trabajo es un problema por resolver. Todo apunta a que interesa que confundamos el imparable, innegable, irreversible y real impacto del avance tecnológico con un relato construido por gigantescas operaciones de marketing para convencer a inversores y accionistas de que financien a una empresa con un producto y modelo de negocio concretos. Y esta estrategia les empieza a funcionar, sí, pero no como habían previsto.
El hecho es que ya está teniendo un impacto generalizado en la demanda de empleo de Estados Unidos, según los datos de ofertas recopilados por la empresa Indeed. Incluso entre las profesiones supuestamente más demandadas.
Pero hay otro detalle sorprendente en este gráfico: los sectores en los que sí aumentan las ofertas. ¿No os resulta llamativo el auge de la hostelería?
Cuando salimos del mundo de las profesiones puramente tecnológicas y bajamos a la escala de la realidad laboral del resto del mercado laboral, la pregunta muy sencilla, aunque no por ello menos simple: ¿este auge de la digitalización está mejorando la calidad del empleo en su conjunto? ¿Y los salarios? Y aquí no hay hype que valga.
Una de las imágenes recurrentes desde la pandemia es la del teletrabajador en una tumbona de la playa, degustando una copa mientras teclea en su ordenador. Pero, ¿Quién le sirve esa copa? ¿Nos encaminamos hacia una dicotomía laboral en la que las únicas alternativas estarán entre ser nómadas digitales o camareros?
Este ejemplo extremo sirve para ilustrar una situación de la que muchos se han dado cuenta con el aparente ‘pinchazo’ de las mecas tecnológicas como California, donde las diferencias laborales se han disparado desde el boom tecnológico y el establecimiento de las grandes empresas. Ahora que parece empezar a desinflarse, la incógnita es qué ocurrirá con ese empleo.
Pero no es exclusivo de Estados Unidos. En todo el mundo, durante al menos las dos últimas décadas en todo el mundo ha crecido el número de trabajadores con profesiones muy bien remuneradas en sectores top, pero también en las ocupaciones que requieren menor cualificación y están peor pagadas. Mientras, la franja media tiende a desaparecer.
En España
Hay indicios de que la apuesta por constituir de ‘hubs’ de sectores con altos sueldos, tecnológico o el financiero, irá ligado a un incremento de actividades del sector servicios y la hostelería.
Un fenómeno que obliga a repensar el diseño tanto de las políticas de impulso a la innovación como las de fomento del empleo. Sobre todo, en un país con un número de camareros tan elevado como España.
Décadas de polarización
Hasta hace unos años, la idea popular era que la automatización y robotización iba a penalizar a los trabajadores peor cualificados, en sectores en los que las tareas tienen un eminente carácter presencial y de esfuerzo físico: conductores, repartidores, operarios de almacén o trabajadores de la hostelería.
Esta visión extrapolaba lo ocurrido en las fábricas con la introducción de los primeros robots industriales en los años ochenta y noventa, pero cometía el error de sobreestimar el desarrollo de la robótica en el sector servicios y subestimar el de otro tipo de automatización, la desarrollada mediante el software, que permite desempeñar tareas repetitivas en nichos que ocupan profesionales de cualificación media. Como las tareas administrativas.
Estos han sido finalmente los más expuestos a un proceso de automatización impulsado en la última década por el desarrollo de la inteligencia artificial, mientras aquellos que se consideraban peor preparados han visto reforzado su papel en el mercado laboral.
"La mayor rutinización de los trabajos de calidad media (en términos de salario) ha permitido reemplazarlos más fácilmente por máquinas y robots" Fundación Cotec.
Para ilustrar esta idea, se ha elaborado un índice de polarización que compara la distribución de las ocupaciones por su variación en el empleo. Esto dibuja un gráfico en forma de «u» en el que tanto las ocupaciones con salarios más bajos como las de los más altos crecen mientras los del rango medio se reducen.
Como se puede observar en el gráfico, se establecen tres franjas temporales: de 1998 a 2009, de 2009 a 2019 y del conjunto del periodo. Esta comparativa, según los autores, «indican claramente que el trabajo en España ya se estaba polarizando antes de la crisis financiera». Es decir, que esta tendencia no se explica solo por la coyuntura económica.
España 6º país más polarizado en el entorno europeo
España se sitúa en los seis primeros puestos, superado por Francia, Portugal, Eslovenia, Irlanda y Países Bajos. Aunque algunos autores advierten de que la polarización laboral no es un fenómeno aplicable a toda Europa. Junto a países que experimentan una gran polarización, como los mencionados, otros presentan una tasa negativa. Es decir, una «concentración del factor trabajo».
Sería el caso de Grecia, pero también de Reino Unido. Esto implica que la polarización no nos dice si un país es más rico o menos, pero sí el equilibrio en el crecimiento del mercado laboral, lo cual influye mucho en la desigualdad interna.
La polarización en España, es simétrica. Es decir, el incremento del empleo en el tramo alto ha sido similar en los extremos salariales. En Francia, por ejemplo, el incremento ha virado hacia los sueldos altos mientras en Italia ha ido hacia la franja baja.
¿Mejor formados y peor pagados?
En el caso español, se observa que los hombres son el colectivo que mayor polarización laboral experimenta, aunque esto podría explicarse porque en las dos décadas estudiadas las mujeres han incrementado su empleo en todos los tramos de la distribución salarial.
Más revelador resulta el hecho de que la automatización ha «premiado» a los trabajadores con mayor nivel educativo pero está perjudicando a los trabajadores con un nivel educativo intermedio, que se encaminan a ocupar los empleos con salarios más bajos. A esto contribuye que la presencia de los trabajadores sin formación se reduce significativamente, lo cual coincide con otras estadísticas que señalan una reducción de las tasas de abandono escolar, en especial tras la crisis financiera.
Todo esto se resume en una idea: la formación del trabajador medio ha mejorado pero la polarización impide que esto se traslade a su empleo y su sueldo. De hecho, es muy probable que estos empeoren respecto a épocas anteriores. Lo de los camareros con carrera quizá no es un cliché.
Por otro lado, en el periodo considerado los trabajadores indefinidos han experimentado un crecimiento positivo en ambos extremos de la distribución salarial. Pero, curiosamente, los trabajadores temporales solo han aumentado su cuota de empleo en las ocupaciones con los sueldos medios más altos. Es decir, la ‘precariedad’ ya no es algo ligado a trabajos poco cualificados.
El factor productivo
Aunque la polarización se da en todas las Comunidades Autónomas, la de Asturias, La Rioja o Cataluña casi triplica la polarización individual a las de Aragón, Andalucía o Baleares.
Parece claro que el modelo productivo por CCAA no es similar, por lo tanto a tratar de explicarlo se ve que Andalucía y Baleares, al estar más especializadas en el sector servicios, sobre todo en el sector turístico, se verían menos afectadas por la automatización que regiones donde la industria representa un mayor porcentaje de ocupados y PIB regional, tales como La Rioja o Cataluña.
Sin embargo, en Asturias, por ejemplo, la manufacturas tienen un peso similar a Andalucía, lo cual hace que la respuesta sea menos simple. En este sentido, advierten de que en un mismo sector la digitalización no afectaría por igual a todas las actividades productivas», sino que depende del tipo particular de bienes y servicios producidos.
De cara a los próximos años, el auge de la digitalización y el empleo tecnológico puede agravar este proceso, sobre todo en regiones en las que se está produciendo un importante auge del empleo tecnológico, como Cataluña, que ya tenía un alto grado de polarización, pero también Madrid, que hasta 2019 ocupaba el sexto puesto.