Desajustes entre la cualificación y la ocupación.
La supuesta obsesión por la ‘titulitis’ hace que chicas y chicos aspiren a un futuro profesional al margen de las posibilidades reales del mercado laboral. Ninguna familia aspira a que sus hijos e hijas tengan un futuro social y profesional peor que el suyo. Además, existe una falta de previsión estratégica de ajuste entre las posibles ofertas y demandas de empleo por parte del Estado y sus administraciones. El alumnado ante la amplia oferta de titulaciones y plazas decide estudiar aquello para lo que luego será necesario ser competitivo y no necesariamente apasionado, por lo tanto tendrá muchas dificultades para encontrar trabajo de su cualificación. Y, por último, las empresas y organizaciones no se ven preparadas para conocer qué perfiles son los más afines a sus necesidades productivas.
Según la Encuesta de Población Activa (EPA), la tasa de paro entre las personas con formación superior es la más baja. Inferior incluso a la de los titulados de Formación Profesional. Estadísticas como la Encuesta de Inserción Laboral de los Titulados Universitarios refuerzan estos datos, que no están mal para un país en el que el 43% de los activos han recibido una educación superior.
Esta tasa es relativamente alta en el contexto europeo, diez puntos por encima de la alemana, pero que se acerca a la de países que habitualmente ponemos de referencia como Suecia, Noruega o incluso nuestros vecinos franceses. Pero, se hace difícil ponerlos en relación, dado que ellos no tienen tasas altas de desempleo juvenil como España.
Los egresamos de la Educación Superior tienen que conformarse, en una amplísima mayoría, con trabajos distintos y en algunas ocasiones por debajo de las competencias que adquirieron durante sus estudios es, junto con el desempleo, uno de los mayores temores que afrontan los jóvenes al terminar sus estudios.
Sobrecualificación
La sobrecualificación varía según el ámbito profesional, pero las comparaciones con los países europeos se mantiene en todos. Incluso en aquellos que exigen una mayor cualificación, como ocurre, por ejemplo, con la educación, los profesionales sanitarios y otros profesionales.
Así, en el caso de estos últimos el dato del 18% es el doble de países como Alemania, país que entre 2008 y 2019 recibió un alto porcentaje del ‘exilio’ de médicos y enfermeras españolas durante la crisis financiera. También, el sector público está en esa situación.
Dedicarse a algo que no tiene nada que ver con nuestras competencias en el ámbito de las profesiones reguladas es INTRUSISMO. En el caso de otras profesiones no podríamos hablar de intrusismo si no de ineficiencia en la contratación. Si la cualificación está bien diseñada y el alumnado ha alcanzado las competencias descritas en la cualificación, no tiene sentido que esta situación se produzca puesto que para las empresas y organizaciones sería un fracaso al ser ineficiente su contratación.
El 25% de los trabajadores españoles menores de 35 años no está desarrollando su perfil profesional en el mismo ámbito al que dedicaron sus estudios, según un informe de Eurostat, que revela que esta tasa es dos puntos más alta en el caso de las personas con titulación superior.
La estadística distingue dos grupos de edad: uno entre 15 y 34 años que incluye a todos los han finalizado sus estudios con un título, al menos, de secundaria; y otro entre 25 y los 34 años, con formación superior.
En este sentido, puede resultar llamativo que España, el país con la tasa de paro juvenil más alta de la UE, quede, sin embargo, por debajo de la media europea en el desajuste entre estudios y empleo. Algo que se produce tanto entre el grupo general como entre el de los mayores de 25 con educación superior.
De hecho, España es el segundo país, después de República Checa, en el que más se redujo la discrepancia para los titulados superiores entre 2014 y 2020, periodo que estudia Eurostat. Ello pese a que en este último año la tasa de paro de las personas con este nivel educativo se situaba en 9,6%, la más alta de la Unión Europea después de Grecia.
Sin embargo, hay que recalcar que, a diferencia de otras estadísticas, como la de Inserción laboral de los Titulados Universitarios que elabora el INE, este dato no analiza las condiciones laborales de los titulados, sino la adecuación de las competencias adquiridas durante su formación a la actividad económica en la que ejerce su carrera profesional.
El desajuste de competencias entre la educación y el empleo provoca dos efectos graves, según explica Eurostat. Por un lado, en el propio trabajador, que puede «sufrir una enorme frustración al ver que no hay un retorno directo del esfuerzo dedicado a sus estudios.»
Pero también advierte de que el ‘intrusismo’ que propicia este desajuste «puede generar pérdidas económicas para las empresas» como resultado de una «menor eficiencia» del empleado o el sobrecoste que conlleva adquirir habilidades específicas para el trabajo.
El mayor desajuste, en el sector agrario
Para hacer su análisis, Eurostat clasifica lo sectores de actividad según los «campos de educación» asociados a las competencias que exigen.
En el caso de España, los campos en los que existe mayor discrepancia entre empleo y formación son los relacionados con actividades agrarias y veterinaria, donde los trabajadores que no se dedican a los que estudiaron superan el 53% para los universitarios y el 63% para el total.
Le siguen las humanidades, aunque en este caso se da la circunstancia de que los universitarios tienen menor ‘desencaje profesional’ que los titulados en secundaria.
El ámbito en el que se produce un menor desajuste es el de las actividades relacionados con la sanidad y el bienestar, seguido de ‘ciencias sociales’, una categoría que incluye profesionales como los abogados o los periodistas.
En ambos casos, sin embargo, sí supera a la media europea, especialmente en el caso, otra vez, de los profesionales sanitarios, donde el diferencial con la UE alcanzó los tres puntos en 2020, un año marcado por la pandemia.
Si os fijáis en el gráfico, observaréis un detalle curioso: sector a sector, el intrusismo de los universitarios parece ser menor, pero en la media general lo supera. La razón es sencilla: hay más intrusismo entre los trabajadores con formación universitaria pero está más ‘diluido’ entre los diferentes sectores.
La buena noticia es que, si analizamos la evolución a lo largo del tiempo, se aprecia que en España el porcentaje de menores de 35 años que no trabaja de lo que estudió se ha reducido de manera general, aunque con mayor intensidad entre los universitarios.
El impacto de la recuperación de la crisis financiera en el empleo y, sobre todo, un descenso del abandono educativo en España tras el pinchazo de la ‘burbuja inmobiliaria’ influyen en estos datos.
La prueba del pluriempleo
El último eslabón en esta cadena de análisis es la capacidad de esos empleos de sostener no ya a un hogar sino siquiera a una persona. La cuestión a la que se enfrentan muchos universitarios ya no es solo el sueldo, sino si es suficiente solo con uno.
Mientras el debate sobre la ‘Gran Renuncia’ sigue marcando un buen número de análisis sobre el mercado laborar, el pluriempleo en España sigue al alza y acumula un incremento del 44% desde los peores momentos de la pandemia. Un auge impulsado por trabajadores con titulación superior.
El número de trabajadores con un segundo empleo se situó en 535.100 en el primer trimestre del año según los cálculos de Eurostat, una cifra no vista en un arranque de año desde 2007.
La principal diferencia es que entonces es porcentaje de los pluriempleados que han pasado por la Universidad o equivalente era el 47% del total. Hoy llegan al 60% y su peso no ha hecho más que crecer en los años posteriores al estallido de la crisis financiera.
Tradicionalmente, el pluriempleo se ha considerado como un indicador de dinamismo de un mercado laboral: aumenta en los momentos expansivos del ciclo y se contrae en las crisis que conllevan creación de empleo.
Sin embargo, también responde a la dificultad para llegar a fin de mes con un solo empleo. Una situación que amenaza especialmente a los trabajadores con peor cualificación.
En España se da la situación inversa en la que hay más pluriempleados con titulación superior. Aunque no estamos solos: en otros trece estados miembros de la Unión Europea este fenómeno también se da.
Eso sí, entre ellos no está ni Alemania, ni Francia ni siquiera Italia: es decir, ninguna de las grandes economías por tamaño de la Unión Europea, un grupo al que, por tamaño, también pertenece nuestro país.
De hecho, el diferencial en esta tasa con estos países alcanza los dos dígitos: de 11 punto con Italia, 17,6 con Francia y 23,8 con Alemania. Pero también marca distancias respecto a los países nórdicos y los Países Bajos. Con la media de la zona euro, la distancia es de 14 puntos.
El detonante de la de la crisis financiera
En el análisis de la evolución histórica, se aprecia que el pluriempleo de los titulados superiores empieza a rebasar el de las personas que no superan una educación secundaria con el estallido de la crisis financiera, si bien la brecha no ha hecho más que incrementarse en los quince años siguientes.
El aumento de los titulados universitarios y el empeoramiento de sus oportunidades para conseguir un empleo adecuado a sus competencias parecen guardar, por lo tanto, una estrecha relación.
Pero la recuperación económica entre 2013 y 2019 no corrige esta discrepancia entre los profesionales con una educación superior y el resto.
Todo lo contrario: el rebote del empleo tras la pandemia no ha hecho sino intensificar su incremento. Si el pluriempleo general sube un 44% desde el segundo trimestre de 2020, el de los universitarios lo hace un 48%.
Así, en los primeros meses del año, el número de pluriempleados con mayor nivel educativo suponía un 50% más que el resto. En 1998, cuando comienza la serie histórica, eran un 32% menos.