Centros democráticos y participativos

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Centros democráticos y participativos

El reto que tenemos los educadores es hacer que la escuela sea un instrumento efectivo para la igualdad de oportunidades y la construcción de una sociedad democrática.

La diversidad es la normalidad

El profesorado que asume este reto desarrolla prácticas desde una perspectiva auténticamente inclusiva y democrática. Esto significa reconocer la diversidad del alumnado y sus familias como lo normal. También, organizar el tiempo, los espacios y la enseñanza con la prioridad de que cada uno de los miembros del alumnado viva experiencias educativas que le permitan aprender. Por lo tanto, la clase y la comunidad educativa tiene que percibirse como una unidad participativa.

Una lucha contra inercias y lógica

Adoptar esta mirada no siempre es fácil, ya que pone en cuestión prácticas que son habituales en los centros y que son defendidas por algunos como un proceso lógico, pero que contribuyen a estigmatizar y a justificar el no aprendizaje de algunos miembros del alumnado.

Por ejemplo, la clasificación del alumnado en función de categorías sociales, edades, las evaluaciones basadas exclusivamente en la capacidad lingüística, la imposición del libro de texto único para todo el centro, los grupos por niveles de capacidad estables y cerrados, la distribución fija y estable de espacios y tiempos entre asignaturas, materias, el uso no educativo de los recreos y patios, la relación con las familias, etc.

Prácticas democráticas en el aula

Frente a esto, los profesores comprometidos con la escuela democrática ponen en marcha sus clases prácticas que se caracterizan por:

  • Basarse en un proyecto pensado por toda la comunidad a través del diálogo. Se comparten valores y objetivos, los cuales dan sentido y cohesión a lo que sucede en la escuela.
  • Desarrollar espacios y tiempos que facilitan la participación: se fijan momentos y lugares para compartir, opinar, discutir y tomar decisiones.
  • Comprometerse con el cambio social. Hay un reconocimiento de la desigualdad existente, de los prejuicios manifiestos e implícitos, y un compromiso con la equidad, con la justicia social.
  • Vincularse con otras escuelas y profesores a través de redes de apoyo y aprendizaje mutuo. Un ejemplo de los últimos años ha sido sacar las aulas a la calle.
  • Se establecen vínculos permanentes y persistentes con el territorio, es decir, con el barrio, pueblo, ciudad, en el que viven las familias.

Cómo apoyar a los docentes

Como docentes e investigadores nos proponemos apoyar a las escuelas que aspiran a ser democráticas a través de prácticas inclusivas y participativas. Es fundamental confiar en las opiniones de las partes implicadas. Ya que estas aportan la experiencia y el conocimiento de los docentes, alumnado, familias e investigadores.
Pensamos, como Ainscow, que las escuelas saben mucho más de lo que habitualmente utilizan en el día a día, y este conocimiento debe ser reconocido, hacerse explícito y compartirse. Una forma muy útil de hacerlo es mediante la investigación–acción participativa.
Esta metodología permite a los profesores analizar de manera autónoma sus propias prácticas a través de un conocimiento contextualizado y orientado a la mejorar de la escuela. Se identifica un problema, se formula una propuesta para darle solución, se recoge información (diario, grabación, observación), se analiza y se formula un plan de acción.

Tres lecciones

Hasta ahora hemos colaborado en estudios de casos que han aplicado y analizado estos procesos en diversas escuelas situadas en contextos geográficos y sociales diferentes. Los resultados de estos estudios nos han enseñado tres lecciones en relación con el uso de la investigación–acción participativa a la hora de construir escuelas democráticas y participativas.

  • La primera lección es que el proceso de reflexión y diálogo sobre lo que sucede en la escuela permite a los profesores comprender sus propios valores, creencias y prácticas.
  • La segunda alude a lo idóneo de poner en marcha prácticas concretas que se desarrollan en las aulas con los grupos de estudiantes. Estas hacen posible una mayor participación de las familias y la comunidad, así como su ―entrada‖ al aula.
  • La tercera lección reconoce el protagonismo que los estudiantes asumen en el proceso de diálogo, análisis y mejora.

Los estudios realizados nos alertan de la necesidad de promover activamente en cada escuela el diálogo entre sensibilidades, perfiles sociales, posiciones políticas diferentes como condición irrenunciable en una comunidad democrática.

Fuente: 

Teresa Aguado Odina. Profesora de Educación, UNED – Universidad Nacional de Educación a Distancia en THE CONVERSATION